En 1986, en Roma (llamada ciudad eterna porque –fantaseamos- eterno es el recuerdo de su gastronomía), un grupo de activistas encabezado por Carlo Petrini decidió plantar la semilla de una revolución más allá de lo culinario: la protesta contra la apertura de un restaurante fast-food cerca de la Plaza de España. Así, lo que comenzó como una protesta local se transformó en la reivindicación de toda una cultura alimentaria: la importancia de producir y consumir alimentos sosteniblemente y que nos nutran saludablemente. Sin saberlo, en ese momento se sentaron las bases del movimiento Slow Food.
Desde entonces, este movimiento ha evolucionado hasta convertirse en una organización global que promueve una alimentación saludable y de calidad, lo que da como resultado platos con ingredientes súper sabrosos que mantienen todos los nutrientes. ¡Y los números lo avalan! Existen más de 4.500 huertos agroecológicos, 6.000 productores y 1.200 cocineros de más de 160 países implicados directamente en este colectivo.
Urbanfresh y el Slow Food
El movimiento Slow Food y los cultivos verticales urbanos, como el de Urbanfresh, comparten una visión de futuro en el que la comida es más que un simple alimento: es una fuente de nutrientes, cercana, de temporada y responsable. Al adoptar estos principios, los productores, los chefs y los consumidores contribuyen al uso eficiente de los recursos y a la reducción de la huella de carbono.
Por un lado, los chefs cuentan todo el año con ingredientes frescos y de una calidad excepcional, lo que les permite dejar volar la creatividad experimentando en la cocina, y, a la vez, diseñar un menú que refleje su compromiso con el medio ambiente. Por otro lado, los comensales se llevan la mejor parte: ¡disfrutar de platos de nivel que producen euforia en el paladar!
El Arca de Noé de los alimentos
Uno de los proyectos que lleva a cabo la organización Slow Food es el Arca del Gusto, un catálogo mundial que recoge alimentos, productos y recetas tradicionales en riesgo de desaparecer. Esta iniciativa busca preservar la biodiversidad alimentaria y proteger las tradiciones culinarias locales, incluyendo variedades de frutas, vegetales, quesos, carnes y otros alimentos con un valor cultural y gastronómico significativo, como la patata del bufet d’Osona o la col de paperina del Vallès, variedades especialmente ricas en vitaminas y minerales.
Así que, la próxima vez que vayas a un restaurante Slow Food o consumas un producto que forme parte de este movimiento, recuerda que estás participando en una revolución silenciosa, donde cada ingrediente tiene una pequeña historia.